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Reflexión. ¿Donde se va el amor?

Reflexión. ¿Donde se va el amor?

Hola a todos. Hoy quiero hacer una reflexión sobre el amor. Esa palabra en boca de todos, que muy pocos conocen de verdad.

En el momento que escribo esta reflexión,estamos a punto de finalizar las festividades de Navidad y quedan dos días para los Reyes Magos de Oriente.

Hoy en día, dicen que el amor dura un determinado tiempo y que después se apaga. ¡Quizás confundamos el amor con el deseo o la imposición o que el otro haga aquello que nosotros queremos y que si esto no ocurre sencillamente, lo dejamos de lado!

Pero lo que debemos preguntarnos es ¿Realmente se amar? ¿Realmente conozco el amor?

¿Quien nos enseña amar? Decimos que la familia nos enseña amar, a compartir, cuando hay hermanos. Pero hoy en día la familia, esta difuminada por las nuevas versiones que nos impone la sociedad.

Pero, también es una realidad, que muchas veces la familia está destruida y descompuesta, por muchas y terribles circunstancias. Así que volvemos a la raíz de esta reflexión ¿Quien nos enseña amar?

Hace unos días leí, en la oración de laudes, una cosa. Lo más importante que un católico debe hacer es Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. ¿Porqué debemos amar a Dios sobre todas las cosas?

Porque reconocemos que Dios es el creador de todo cuanto nos rodea. Que nos ama profundamente, pues somos su creación y por eso mandó a su Hijo a nacer en nuestra carne. Qué es lo que celebramos estos días. ¿Y porqué lo hizo, si es todo poderoso y lo más fácil sería que nos borrase de la creación? ¿Porqué se preocupa por nosotros?

Estamos acostumbrados a que la gente nos de de lado cuando damos problemas o tenemos una actitud desastrosa hacía nosotros y los demás. Nos dejan solos y muchas veces eso nos lleva a la misma muerte.

Pero Dios no es así. Nos ama profundamente y por eso mandó a su Hijo, para que lo supiésemos de primera mano. Todo nuestro cuerpo con sus debilidades y las sufrió y las elevó al cielo, para que sepamos que no estamos solos.

Por eso amamos a Dios sobre todas las cosas. Y al prójimo como a nosotros mismos, porque este amor a Dios y el sentirnos amados por él, nos hace mirar al otro de una manera diferente, con amor, no como alguien que nos molesta, sino como alguien con quien compartir esta fe.

Los matrimonios se deshacen, así como las parejas de todo tipo, porque no conocen este amor, está entrega que Dios hace por nosotros y que calienta los corazones de los auténticos católicos.

La vida está llena de dificultades, así como la vida en común y nuestro corazón tiene tendencia a endurecerse y no perdonar las faltas cometidas contra nosotros. Pero si no perdonamos y nos damos al otro, todo acaba, incluso la amistad.

Pero esto no se puede dar, si Dios no está en nosotros y si cada día no cuidamos a la persona que tenemos como compañero y compañera de camino. Si no le mostramos este amor con palabras y detalles que lo demuestran.

Somos humanos y nuestro amor es humano. Si queremos ir más allá, cuando nuestro corazón y nuestra mente buscan una salida a un matrimonio o pareja que es una prisión, debemos tener a Dios en el corazón, para poder perdonar y rehacer nuestra unión y si esto no es posible, nuestra vida.

Amar es hermoso y ser correspondido más. Esta es la meta que debemos aspirar. La que queremos alcanzar, pues nos llena de felicidad. Pero hay que lucharla cada día y regalar, como si cuidáramos nuestro huerto. Pues de ese amor nace la familia, los hijos y una fuente de agua viva para todos.

Pero recordad que solos no podemos hacerlo. Necesitamos en nuestro corazón a Dios y tener fe.

¡Que el amor de Dios llene vuestros corazones y os haga felices!

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