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El desierto en nuestra vida. Reflexión

El desierto en nuestra vida. Reflexión

La pregunta más importante que nos van hacer, todos nuestros conocidos es ¿Por qué sigues a ese Jesús? ¿Por qué sigues en la Iglesia si es retrograda, no apoya la incorporación de la mujer en su jerarquía o no está al día en muchos de los asuntos, que seguramente a todos nos hacen dar vueltas la cabeza?

La mayoría ha perdido la esperanza de poder cambiar algo de este mundo o sencillamente la esperanza. Y ello es debido a los golpes que recibimos diariamente en la vida. Por los pecados de los demás o sencillamente por acciones injustas. Todos los sufrimos. Y quizás los cristianos más.

Muchos se han forjado en su mente, que los cristianos somos tontos y débiles de carácter, por que no hacemos lo que debemos hacer y podemos hacer, debido a que seguimos a Jesús ¿Y por qué lo seguimos?

La respuesta es la siguiente. Todos hacemos las mismas cosas, antes de conocerlo. Robamos, nos aprovechamos del otro, cobramos soborno, buscamos la deshonra y la pobreza de aquellos que nos molestas e infinidad de otras cosas, que resumiríamos diciendo «buscamos nuestro propio interés.

¿Y acaso es malo seguir la corriente? Te dirán. La respuesta es «mira a tu alrededor y dime lo que ves». Como dice Jesús «Estaban cansados y abatidos. Como ovejas sin pastor» . Hagamos algo diferente por el bien de todos. Para ayudarnos hacernos la vida más feliz.

La aridez de la vida y los pecados de aquellos que caminan con nosotros en la fe, nos erosionan las ganas de seguir a Jesús. Recordais aquello que dijo el maestro «Hay de aquel que escandalice a uno de los pequeños».

La respuesta a esta sin razón, la llevamos en el corazón. ¿Por qué sigo a Jesús? ¿Cual es su testimonio en mi. En mi corazón? Y a través de ella buscar la intimidad profunda, en nuestro corazón con Jesús. Esa intimidad que nos llevará a conocer la verdad de seguirle.

Y muchos se escandalizarán por que no entienden, que a pesar de recibir golpes, palizas, desengaños y multitud de insultos, sigamos a Jesús, en este desierto. Y como él, estemos desfigurados y nuestro cuerpo molido a palos, de tal manera que ya no parecemos humanos, en la cruz de la vida.

¿Por qué seguimos a Jesús a pesar de todo? ¿Por qué no lo abandonamos y seguimos a la corriente humana, que los lleva a la perdición y a una muerte segura?

La respuesta está en nuestro corazón, que se inflama al escuchar su palabra. Nos guía y nos reprende, como padre, como maestro, como pastor.

Y el desierto en nuestra vida. En este pedregal, que muchas veces es, te conviertes, sin saberlo, en fuente de agua viva. En ese árbol frondoso que a crecido de una semilla tan pequeña, como un grano de mostaza y donde van a buscar refugio, toda clase de animales.

Por que tú has recibido el descanso, el reposo de un Dios que te ama en lo más profundo de tu ser. Cuando desfigurado, estás compartiendo la cruz de Cristo en tu vida y vuelves a la vida, por la gracia del Padre del Cielo.

Y ya sabes que hay muchos que necesitan agua que beber y un lugar donde cobijarse y descansar.

Por todo ello, medita en tu corazón las palabras que nos dejó. Reza por ti y los demás. Pide el Espíritu Santo y busca el discernimiento en tu vida, ante cada situación de tu vida. Pues el único que te dará de beber en este desierto y sin pagar, es Jesús el Hijo de Dios.

Tened paz y buscad a Dios.

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