En este tiempo de Cuaresma, se nos invita de meditar sobre nuestra relación con Jesús. Toda la estructura de la eucaristía se vuelve más triste, con un ambiente penitencial, que a veces la hacemos triste en extremo.
Pero Cuaresma no es un tiempo triste, es un tiempo de ver la realidad de Jesús, el Hijo de Dios, que vino al mundo y que murió por nosotros, para salvarnos. Y por ello deberíamos estar alegres.
¿Cómo podemos compartir el sufrimiento de Jesús por nosotros? ¿Como podemos imitarlo? No podemos. Jesús era Hijo de Dios y nosotros solo somos sus creaturas. Seres de carne y hueso, débiles y con tendencia a enfermar, en el alma y la carne.
Por ello Cristo nació en un cuerpo como el nuestro y compartió nuestros dolores y sufrimientos. Pero hizo algo más. Para salvarnos, tuvo que dominar nuestro cuerpo, con ayunos y oraciones, para poderlo santificar. Y lo ultimo que hizo, fue morir por nosotros en la cruz.
Nosotros, que siempre vamos mirando nuestra satisfacción y autocomplacencia. Nos demuestra con su muerte y su calvario, que destruyo la muerte que reina en nosotros y nos da las llaves, para que nosotros, también podamos hacerlo. En la medida que se nos permita.
Por ello, al contemplar a Jesús en la cruz, podemos tener dos sentimientos contrapuestos. Uno de horror por su sufrimiento y otra de alegría, al contemplar su amor hacía nosotros.
Como decía al comienzo de este comentario, la Cuaresma, no es un tiempo triste, sino un tiempo de reflexión y acercamiento a Jesús y a Dios Padre. Contemplando su paso en nuestra vida y alegrándonos de que a pesar de lo injustos que somos, hay uno que nos amó hasta el extremo de la cruz.
La paz de Cristo con todos vosotros. ¡Que tengais buena cuaresma!.