En reflexiones, os invito a meditar sobre esos hombres buenos que hay dentro de nuestras iglesias.
En todas las Iglesias y en todos los grupos dentro de la misma, hay hombres buenos, que dicen seguir a Dios e imponen su voluntad a los demás.
Estos hombres se ponen al frente de cualquier servicio, imponen normas de conducta y se vuelven en esos jueces que velan por todos los fieles, para que sean buenas ovejas, mansas y humildes. Pero se alejan de la verdad de lo que es la Iglesia.
Hagamos un poco de historia, para ver donde han estado, estos hombres buenos, dentro de la Iglesia a lo largo de los años.
Uno de los lugares por excelencia, de lo que nos hablan siempre, aquellos que les gusta dejar mal a la Iglesia, es la Inquisición. Cuanta gente murió o fue torturada por ella o despojada de sus bienes. Pero ahí no estaba Dios.
Otro de los lugares donde había hombres buenos fueron las cruzadas. Esa guerra Santa por recuperar los lugares de culto de las manos de los infieles. Pero tampoco estaba ahí Dios.
Podemos pensar que la Iglesia ha aprendido de estos errores. Pero la realidad es que los seguimos reproduciendo, en pequeña escala y dentro de nuestros grupo de fe.
Siempre hay gente que nos dice como actuar y nos señala con el dedo si pecamos. Porque piensan que ellos ya están sanos o no pecan o se sienten con derecho de emprender esas pequeñas cruzadas santas contra alguien o una situación dentro de nuestras iglesias. Pero Dios no está en esas actitudes.
Todos hemos caído alguna vez en este pecado, en creernos hombres buenos. Pero cuando nos creemos buenos y sanos, es cuando más alejados estamos de Dios.
Lo primero que debemos ver y entender y aceptar, es que Jesús, siendo Hijo de Dios y pudiendo hacer cualquier cosa, lo que hizo fue curar enfermos y sacar demonios. Estar con los pobres y necesitados y no con los poderosos.
Lo segundo que debemos comprender, es que él no emprendió ninguna guerra, pues fue manso a la palabra de Dios y nos enseñó que debemos amarnos y perdonarnos y no emprender guerras santas, ni acusar al hermano de sus faltas. Acordaos de la mujer que la sorprendieron en adulterio y la quería apedrear. ¿Qué les dijo?
La actitud del hombre bueno, es l actitud del hombre soberbio. Del hombre que piensa que él es amigo de Dios y esté bendice todo lo que hace. Demostrando que es todo lo contrario con su actitud hacia los demás y demostrando con sus acciones, quien es realmente.
Si eres un Cristiano, si realmente eres un hombre bueno, es que eres un Santo. Y no hay muchos en el mundo. La mayoría somos pecadores. Siervos inútiles, dignos de compasión. Por eso Dios mando a su hijo.
Por eso, lo hombres buenos de Israel, en apariencia, querían prender a Jesús y lo consiguieron con mentiras. Lo colgaron de un madero. Y cuando resucito, pagaron a los guardias para que dijeran que alguien había robado el cuerpo.
Con sus obras demostraron la realidad de su fe y se descubre quienes son en realidad.
Los hombres buenos son dignos de compasión y necesitan de nuestro amor y de nuestra caridad ante su ceguera y su imposibilidad de verse pecadores y engañados por su debilidad.
Y nosotros, aquellos que somos pecadores ante sus ojos, debemos orar por ellos, para que dejen de ser un tizón contra la Iglesia, sus fieles y sus hermanos en la fe. Por que se vuelven en piedra de escándalo para todos y quizás cuando se den cuenta, no deseen reconocer su pecado por miedo a represalias y por no soportar lo que ven.
De poderosos y angelicales se vuelven en pobres pecadores dignos de compasión.
Reflexionad sobre ello, cada vez que esteis dispuestos a entrar en una guerra santa. recordad quien fue Jesús y lo que hizo cuando estuvo entre nosotros. Pues todo cristiano debe ser reflejo de lo que él hizo.